Luego de ti soy lujuria: carta erótica de una socióloga
Luego de ti soy lujuria, soy carne que arde. No miento cuando digo que lo que siento por ti es más que amor, es una obsesión, o más bien una adicción; si eso es, porque ahora necesito de ti, necesito de ti aunque me seas dañino, y provocas daños no porque te acuse de ser malo o de abusar de mi amor como una triste historia, sino porque eres una ráfaga que me arrebata, y te apropias de todo lo que soy, me desdoblas toda y consiento que me tomes sin permiso, como sea.
Tú lo sabes, no puedo sentir a medias, soy blanco o negro, no gris. Necesito desbordarme contigo y de repente resulta que me correspondes y me exiges aún más de lo que esperaría porque eres un alma insaciable.
No sé qué hacer con esta constante desesperación y ansiedad por ti. Ya no es voluntario, sólo pasa, sólo acude a mí esta sed, donde sea.
El otro día estaba sentada entre un tumulto de gente, cada quien absorto en sus pensamientos, en sus conversaciones y yo de repente empecé a pensar en ti, porque ahora tengo la costumbre de traer recuerdos a mi mente y pasarlos como una película porno, la cual capta toda mi atención; pero esta vez me excitó de más. Podía sentir tus manos en mí, me estaba agitando y así, sin poder controlarlo, sentí húmedo mi sexo, tenía tensas las piernas. Estaba ocurriendo. Tuve miedo de que alguien notara mi orgasmo, pero no fue así, nadie me miró, y mientras tanto yo gozaba al tener que callar el placer que necesitaba salir por mi garganta, ahogué mis gemidos. Tus ojos clavados en mí, delicioso como siempre. Amor, ¿es que acaso te pasa lo mismo?
Y esto es constante, estas siempre torturándome sin que tu cuerpo físico me toque.
Ayer soñé contigo en una de nuestras aventuras sexuales, en ese cuarto de hotel que acostumbramos. Yo tendida en la cama y tú feroz, con esa mirada que tienes cuando me deseas, cuando ardes, con tus hermosas manos que podría contemplar sin problema alguno. Te veía desnudo sobre mí, me penetrabas y de alguna manera podía verme desde arriba como si mi ser se dividiera en dos y pudiera tener una visión desde el ángulo que quisiera. Era dos personas, la que sentía y la que observaba. Estaba abrazando tu cuerpo con tanta fuerza que tuve la impresión de que te derretirías entre mis brazos como un chocolate que sostienes entre tus dedos y por el calor de tu mano comienza a deshacerse teniendo una consistencia pegajosa, suave. Así pasaría contigo, habré sido tan terca al apretarte que el calor haría que te comenzaras a escurrir sobre mí, entonces tendría que, a la mañana siguiente, tallarte de mi vientre, de mis piernas para desprenderme de ti; pero antes de que eso ocurriera un líquido blanquecino comenzó a emerger de mi vulva y conforme salía sentía un placer infinito y no se detenía, más bien continuaba brotando y brotando y brotando… y creía que poco a poco comenzaría a volverme toda en líquido, pasaría de ser un cuerpo sólido a escurrirme en ese placer. Entonces desperté bañada en sudor, ¡que dicha la mía levantarme con un orgasmo! pero que tristeza al no tenerte.
Sabes amor, ya no me interesa el futuro, sólo quiero tenerte hoy y si serás mi locura y si no estás mañana por lo menos fuiste mío un instante. Soy tuya porque así lo quiero y quiero que continúes castigándome con tus ausencias y tus repentinas embestidas que sólo así todo tiene sentido entre nosotros.