La pregunta que podría cambiar radicalmente la forma en que experimentas el sexo
A menudo escuchamos que la buena comunicación es la base del buen sexo. ¿Pero qué tratamos de comunicar en realidad cuando decimos que nos comunicamos con nuestra pareja? Comunicarse es un proceso complejo donde, muchas veces, ponemos el énfasis en la parte en que decimos lo que queremos en lugar de escuchar lo que el otro (por ejemplo, nuestra pareja) desea. Ser asertivo y pedirle al otro lo que deseamos de él o ella es solamente la mitad de la ecuación; la segunda parte está en escuchar y hacer lo mismo por él o ella.
Cuando estamos conociendo a una persona, saliendo o hemos tenido pocos encuentros, o incluso cuando llevamos mucho tiempo teniendo sexo con alguien al grado de que nos preocupe la monotonía, existe una simple pregunta que puede plantearse formal o informalmente, con estas u otras palabras, y cuya respuesta probablemente nunca sea la misma: “¿cómo te masturbas?”
Puede tratarse de una pregunta, pero también de una invitación.
Es una pregunta que asume que el otro es un ser sexual, independientemente de nosotros. Que respeta y busca conocer la forma en que el otro se da placer a sí mismo(a), además de que nos permite ser todo lo gráficos o reservados que necesitemos ser. Describir la forma en que nos tocamos puede ser un juego de calentamiento sumamente excitante en sí mismo, sin contar con que el deseo se alimenta de las imágenes que recibe.
Solemos escuchar: “nadie me toca tan bien como yo”, o “nadie sabe lo que le gusta sino uno mismo.” Entonces, ¿por qué no escucharnos a nosotros mismos, por qué no pedir y dar aquello que sabemos que nos gusta? ¿Por qué esperamos que el otro lo adivine mágicamente o por qué (y esto es lo verdaderamente escalofriante) ni siquiera nosotros mismos sabemos lo que nos gusta?
Una pregunta del tipo “¿cómo te das placer a ti mismo?” es un acercamiento legítimo en otros aspectos: puedes proponer la pregunta y, si tu pareja no sabe qué decir, puedes poner el ejemplo: detalla lo que disfrutas y hazle notar lo que no. A veces los relatos más eróticos pueden venir de una forma franca y descriptiva de comunicación; sin intermisión del lenguaje poético, dos seres humanos se están conociendo a través de sus cuerpos y de lo que hacen con ellos cuando no hay otros cuerpos presentes, es decir, cuando están solos. Conversaciones así pueden invitar al otro a compartir nuestra propia soledad, permitiéndonos una via franca hacia ellos y de regreso. En términos óptimos, eso debería ser la comunicación (y el buen sexo): un camino de ida y vuelta.