La práctica del BDSM, ¿por qué es popular?

BDSM significa Bondage, disciplina, dominio y sumisión, sadismo y masoquismo. Es considerada una forma de parafilia. Las parafilias son formas distintas de obtención de placer, y varían desde la provocación de dolor, ver llorar a alguien, sentir ciertas texturas textiles, hasta la presencia de ciertos animales. Hay tantas parafilias como diversidad humana aunque algunas no han sido reconocidas. 

Con el advenimiento de Sombras de Gray en libros y hollywood, esta parafilia que ha rondado desde los principios de la humanidad tomó un nuevo protagonismo en el mundo de la expresión sexual. El látex, las correas, el dominio, el dolor infligido, todo tomó otra perspectiva en la sociedad y los deseos ocultos surgieron de lo profundo.

Para que exista el BDSM, debe haber alguien posición de poder ejerciendo este sobre alguien en posición contraria, como receptor o sumiso. Si lo vemos a profundidad, esta dinámica es posible verse en casi toda estructura social. Desde jerarquías políticas y familiares hasta económicas o culturales, el ejercicio del poder de uno sobre el otro atañe a la humanidad desde sus inicios. 

El placer que alguien puede tener de dominar a otro no es solamente sexual, aunque siendo el sexo una parte tan primordial de nuestra naturaleza, es inevitable que se transmigre y se mezclen para crear un fenómeno bastante interesante y provocador. De modo que quien domina, goza de ese poder absoluto, de esa capacidad de realizar lo que quiera, y de tener en sus manos a alguien que le responde a su gusto.

¿Y qué pasa con quien se somete? Desde un punto de vista psicológico, la libertad conlleva responsabilidad. Entonces quien se somete, al perder su libertad y entregarse a la otra persona, pierde también la responsabilidad, y eso es, paradójicamente, muy liberador. Ya no tienes control y por tanto la presión de hacer algo bien o mal desaparece. Puedes ser guiado, cuidado o instruido por otra persona sin necesidad de preocuparte por nada más.

Hay que aclarar que esto es un ejercicio que conlleva primeramente bastante confianza, ya que poner tu libertad en manos de alguien, o recibirla de alguien más, es muy profundo. Es dejar todo fuera para entregarse totalmente. Además, la seguridad es primordial. Toda práctica de BDSM debe tener un código, y lo más importante es la clave que detiene la experiencia. Cuando uno (comúnmente quien se somete) dice la clave, es porque se ha ido muy lejos.

El BDSM es cada vez más popular a nivel mundial, aunque el país con mayor número de practicantes se cree que es Estados Unidos. Por porcentaje poblacional, Holanda es el país más “Kinky” del mundo, y en Tailandia, Singapur y Japón, estas prácticas junto con otras parafilias son bastante comunes. En general, los países con mayor apertura sexual, como estos últimos, son los que suelen practicarlo más. Como ciudades, Cartagena, Rio de Janeiro, Amsterdam, Tokyo, Copenhague y Berlín son grandes representantes de la cultura BDSM.

Si nunca lo has intentado, aún no es tarde, y puede ser una experiencia muy reveladora y enriquecedora para la relación. Recuerda hacerlo en plena consciencia (no bajo los efectos de sustancias) y tener una palabra clave para detener. ¡Y a fantasear!

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