La Pasión No Muere.

No es verdad, la pasión no muere. Vive en el interior de un círculo que hemos de cuidar. No tiene fecha de caducidad. No se acaba. No escapa. La pasión es un hábito, es hambre, es sed, sueño, la necesidad de respirar despacio y deprisa, y es vivir. Las mariposas que una vez movieron sus alas en nuestro estómago no son sólo el sinónimo mayúsculo del amor. El aleteo es una emoción plural que ha desencadenado una nueva experiencia. Y el vuelo no es efímero, la fugacidad puede vivir dentro de ti para siempre: Te lo aseguro.

La pasión es amor. O una parte de él. Ella vive y necesita de uno y otro para existir. Se transforma, evoluciona y crece al compás de la edad del ser humano. En la infancia aparece como una pulsión, un anhelo desordenado, está incluso hambriento y ansía devorar cuanto nos rodea. En la adolescencia se refina, adelgaza, afila su deseo, y el latido del corazón grita descontrolado empujando toda su sangre hacia un único destino. Después, no desaparece. El ser adulto, meramente toma un leve control del sentimiento. 

Es un acto impetuoso, violento, enérgico, efusivo y sujeta con fuerza la mano, en muchas ocaciones, al sexo. Surge por afinidad. Pudiera aparecer como una atracción visceral, emocional, y, a diferencia del amor, no tiene que relacionarse con el afecto. Y no es negativa. La pasión es un instinto básico que debe emerger y cuidarse. Es parte de uno, y bajo un equilibrio vital y emocional tiende a desembocar en un intenso estado de bienestar. 

¿Qué sucede cuando una pareja que se ama, cultiva su amor, lo respeta y lo hace crecer, se preocupa por la pasión?

El amor es una fuerza divina, invisible, aunque tangible. Tiene tacto, olor, incluso forma, su propio sonido y una hermosa respiración. Posee conciencia, aunque a menudo parezca nacer desde la inconsciencia. Él intenta conducir a cada ser hacia una realización para que alcancemos todo nuestro potencial. Cuando es verdadero carece de resquicios y es un círculo perfecto. Erich Fromm dice que amar es preocuparse, responder, respetar y conocer. Y en una relación afectiva urge ser estos cuatro pilares. Su firmeza es el equilibrio necesario, porque con una sola ausencia cojeamos, y con el uso, nos rompemos.

A su lado vive la pasión, un trozo exquisito de lo que amamos. Un bocado de un postre que jamás huye. Es una fuerza que nos atrae y empuja sexualmente hacia nuestra pareja. Cultivarla es divertido, una delicia y nos conviene. Enseñar a quien nos desea, lo que nos gusta, les convierte en personas únicas, insustituibles, indispensables y hace que toda una vida sea un corto espacio de tiempo. Hemos de evolucionar sexualmente, a diario, es lo que mantiene la pasión con vida. La comunicación verbal no sostiene el amor si olvidamos la comunicación sexual. Esta, quizá, nos une más que la otra. 

Y no es verdad, la pasión no se acaba. Es una semilla, y debe crecer cada día.

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SexualidadJessica iskander