La sequía sexual. ¿Por qué ha disminuido la conexión sexual?
¿Recuerdas las primeras semanas, meses, o años, con tu pareja? Aquellos tiempos en que no se podían quitar de encima el uno de otro. Tiempos en que aprovechaban cada instante para arrancarse la ropa, recorrer el cuerpo y llegar al éxtasis conjunto en la forma que pudiesen. Lentamente, esto fue desapareciendo. De pronto, el sexo se volvió muy esporádico, posiblemente rutinario o hasta desapareció con el volar del tiempo. La sequía sexual ha llegado y no sabes cómo o por qué sucedió.
No son los únicos. “Según la encuesta National Survey of Sexual Attitudes and Lifestyles (Natsal), que contó con la participación de 34.000 personas entre 16 y 44 años, ha habido una caída en la frecuencia de la actividad sexual entre 2001 y 2012. Los mayores de 25 años y las parejas casadas o que viven juntas son los que menos sexo tienen”.
Podemos adjudicar esto a la edad o la costumbre. Pero en realidad las causas son más profundas, y aquí las detallaremos. Según sexólogos, la causa primordial y más común es la falta de conexión en la pareja. Esto se puede deber a una discusión o pelea mal resulta o con nulo cierre, a un engaño que llevó a la pérdida de confianza, o la disminución de tiempo de calidad en pareja. Un factor determinante en la vida moderna es el uso de la tecnología. Se sabe que a mayor uso del celular, menor intimidad entre parejas. “Al no tener tecnología, muchas parejas tenían antes más comunicación y momentos de hablar, de piel con piel” (Marina Castro, sexóloga). Así que hacer el móvil a un lado y centrar tu atención en tu persona amada puede de entrada mejorar la situación, sobre todo si ambos lo vuelven un hábito a partir de cierta hora del día.
También se menciona la saturación de actividades como trabajo, la ocupación de cuidar niños, u otras preocupaciones del hogar o presiones externas. Otra razón, es la falta de autoestima sexual. Es decir, no te sientes bien en tu cuerpo, lo que genera una actitud negativa hacia la relación sexual. Por otro lado, el tener una visión negativa sobre el sexo, debido a una pareja que te haya criticado en la cama, o algún evento traumático en la infancia, puede claramente influenciar el libido, y crear una aberración o miedo al encuentro sexual.
Otra raíz muy común es la ansiedad de desempeño, la que genera estrés al tener sexo, volviéndolo un trabajo en vez de un placer. La persona quiere hacer lo mejor posible para complacer a la otra persona y por lo tanto lo deja de disfrutar, y le interesa menos y menos conectar sexualmente con su pareja. Por último, y mucho menos común, es debido a una lesión mental, la cual es muy rara en la población.
Es de vital importancia comprender que los niveles de libido tienen sus fluctuaciones, por ejemplo con el ciclo menstrual de la mujer, o en el hombre dependiendo de su salud física o momentos de vida. El crear una expectativa de lo que el sexo debe ser, podría hacer la situación más difícil. Puede que alguno tenga menor deseo espontáneo o libido que el otro, o que requiera que la otra persona haga el avance y el cortejo para despertar su pasión. Esto puede generar una sensación de “no le atraigo”, mientras que la pareja piensa que todo está bien. Es importantísimo no compararse con otras parejas. Juicios como “ellos tienen el doble de sexo que nosotros” pueden volver la situación aún peor.
Recuerda que no hay una cantidad definitiva de sexo sano, sino la que cada pareja se sienta satisfecha, entablando siempre una conversación que apoye a la otra persona a sentirse atractiva, deseada, y cómoda en su cuerpo.
Una recomendación para entablar una comunicación sana, especialmente si no están acostumbrados a hablar de sexo, es siempre hablar desde el “yo” en una perspectiva positiva, “me gusta mucho cuando haces esto”, “disfrutaba mucho cada que me decías aquello”. A la vez, hablar de la situación como tal, no de la pareja “no hemos tenido sexo en un tiempo” en vez de “no has querido tener sexo conmigo”.
La segunda recomendación, posiblemente la más retadora pero más valiosa, es escuchar a tu pareja. Puede que lo que externe sea incómodo de escuchar, pero presta atención, sin enjuiciar, tratando de entender cómo se siente al respecto. Haz el mayor esfuerzo por ponerse en sus zapatos, comprender lo que están viviendo, sus dificultades, posibles traumas, ansiedades, o deseos.
Recuperar una vida sexual activa después de una sequía puede ser una tarea ardua. En terapia, lo que se sugiere es primeramente quitar el sexo del camino. Es decir, atreverse a decir “no tendremos sexo”, lo cual quita la presión de desempeño y se puede enfocar más bien en generar placer a través de otras formas, como un masaje, una cita romántica, o simplemente tomarse la mano y pasar más tiempo juntos, o darle besos, sin tener la presión de que llevará al sexo directamente. Esto ayuda a regenerar la sensualidad.
Lentamente, y mientras ambos se sientan muy pero muy cómodos, se pueden ir reintroduciendo pequeños actos sexuales, como alargando los besos, recorriendo su cuerpo con tus labios o lengua, hasta finalmente llegar al toqueteo sexual o el sexo oral, sin tener que llegar a la penetración. Lo más importante es que ambos se sientan en total confianza, sin presión alguna, y disfrutando al máximo. En cada momento mantengan un diálogo abierto, y comunicación honesta con escucha real. Si alguien se siente incómodo o que van avanzando muy rápido, respeta su perspectiva, y vuelvan a lo básico.
Este proceso podría tomar días o semanas, inclusive más, dependiendo de la situación de la pareja. No tengan miedo de ir a terapia sexual, al contrario, podría apoyar mucho a avanzar. Se dice que el 94% de los pacientes de sexoterapia salen adelante. Y si el problema radica en la relación tal cual y no en el sexo, entonces una terapia de pareja podría ser la respuesta. Podría ser complejo llegar a expresarlo, pero el beneficio siempre será mayor.
No importa el tiempo que tome, tú disfruta el camino, y así el destino será simplemente una celebración del gran gozo que fue andar por el sendero del crecimiento y placer mutuo.