El ritmo del sexo.
Primero que nada, debo reconocer que siempre he sido una persona muy sexual, así que, para todos los que me leen, sé que me ven como una persona que sólo cree en el romance, en las comedias que Hollywood nos ha hecho creer como reales y en la miel que empalaga a cada uno de los cinco sentidos. Y, aunque eso puede ser cierto, hoy he decidido escribir sobre un tema que no sólo es parte fundamental del amor y de la vida, sino que negarlo de nuestra naturaleza sería un ejercicio que raya en lo ridículo.
A mí no me queda duda: el sexo es lo más increíble, poderoso y trascendente que existe. Es la conexión física que trasciende lo tangible hacia la creación infinita. Aquello que Led Zeppelin definiría como la "Escalera al Cielo". El punto de encuentro donde dos o más energías trascienden este plano hacia algo más grande, hacia lo más alto. Y aunque algunos podemos tener una visión utópica, monógama y "fantasiosa" sobre una relación, no cabe duda de que el sexo es lo más fantástico que existe. Es ese momento donde dos cuerpos desnudos de prejuicios atraviesan el espejo y descubren que el mundo imaginario existe.
Si algo agradezco en esta vida, es haber tenido unos padres conscientes. Un par de seres que conocieron las entrañas del desmadre, el desenfreno y la rebeldía, y que, a pesar de eso, fueron las dos personas más responsables en lo que respecta a su hijo: me explicaron todo lo que existía y a todo a lo que me iba a tener que enfrentar, pero como todo sabio, me dijeron que había dos formas de verlo: para evadirse o para conocerse y encontrarse. En ese sentido, el tema del sexo no fue la excepción. De hecho, todavía me acuerdo. Cuando tenía 9 años, mi padre me sentó en la sala de nuestra casa y me explicó que el sexo era lo más maravilloso que existe, y que por lo mismo, tenía que entender que el compartir mi energía vital con otra persona significaba que, cuando llegara el momento, tenía que ser un acto de consciencia donde mi energía y la de una mujer se elevarían por todo lo alto hacia la trascendencia infinita. Una conexión inexplicable, pero real. Y que, por lo mismo, tenía que, antes que nada, proteger y respetar a esa persona. Hacerle saber que su energía era igual o más valiosa que la mía. Fue en ese momento que mi padre, mi gran maestro, me dijo: la mujer es lo más sagrado e importante que existe. Trátalas como las reinas que son, porque, algún día, este mundo regresará a ellas, donde la realidad cambiará hacia el amor que realmente es.
En ese sentido, tengo que admitir que, durante años, he sentido que el sexo es algo de cuidado. Una cuestión sagrada que debe respetarse. Y lo es, no me malentiendan. Pero, al mismo tiempo, si algo he entendido es que, como dice el maestro Joaquín Sabina, es que al deseo los frenos le sientan fatal. Habiendo dicho eso, creo que el deseo es una parte fundamental de nuestra humanidad, donde los sentimientos del corazón rebasan la mente y se transforman en amor. Una conexión donde dos seres se conectan hacia la infinidad.
No sé si es por la apertura que tuve durante mi vida, o por conceptos creados en mi mente, pero el sexo que durante años me llenó de culpa, es hoy el tema que decido tocar bajo el reconocimiento de que también me llena de emoción, empuje y energía. Porque, al final, el sexo es eso: energía.
Entonces, y para llegar al punto, me gustaría compartir lo que he aprendido, y sobre todo disfrutado, en casi 29 años de vida:
El sexo es lo más maravilloso que existe. Sin duda. Por lo tanto, tiene que ser valorado como tal y hay que vivirlo al máximo desde un punto de amor, consciencia y compartir. Es el mejor momento de la vida, donde nos corresponde a nosotros decidir de manera inteligente como lo vivimos.
Es el placer máximo, donde dos o más cuerpos se abrazan hasta lo más trascendente. Es un punto de vista y un estilo de vida, donde, cuando es llevado con consciencia y amor, se logra creer y crear otra realidad. Es todo, es la vida. Dos cuerpos, dos corazones, un sólo amor.
Nunca he sido creyente en tríos, swingers u orgías. Y no porque estén mal, sino porque he entendido que llegar hasta donde estoy me ha costado mucho y porque mi energía vital merece el valor que tiene.
Así que, sólo quería dejar aquí plasmada una cosa: me encanta el sexo, es lo más grande y sagrado que existe. Pero, y aún más importante, hoy decido dejarme de chingaderas. Hoy decido admitir que es algo que deseo, quiero, anhelo y necesito. Es algo que valoro. Y por lo mismo es algo que no tomo a la ligera.
A lo que voy es, no sólo cojan, sino que hagan el amor. Porque hacer el amor puede ser algo de una noche o de toda una vida. Coger es placentero, pero hacer el amor es trascendente.
Entonces, tengan sexo (mucho), pero siempre háganlo para conocerse a ustedes mismos. Disfruten del placer al máximo. Desnúdense por dentro y por fuera, conéctense a lo más grande, profundo y orgásmico. Sólo asegúrense que sea para crecer, para conocerse y, sobre todo, para respetar, adorar y amar a la persona (hombre o mujer) que tienen frente a ustedes.
Porque desnudar el cuerpo es desnudar el alma.
Porque desnudar los prejuicios es darle cobijo a las verdades.
Porque adorar un cuerpo es acariciar un espíritu.
Porque compartir tu energía vital es crear la persona que quieres ser.
Porque más allá del placer, está la conexión. Y más allá de la conexión, está el amor.
Así que coge, pero coge con consciencia.
Pero, sobre todo, has el amor. Has el amor con trascendencia.
Esto es lo que he vivido, sufrido, compartido, crecido y, sobre todo, disfrutado: el sexo con sentido. El corazón con substancia. El amor con crecimiento.
Entonces sí: soy una persona muy sexual. Y me encanta. Nada tiene que ver con comentarios anónimos, "matches" en Tinder o encuentros de una noche.
Yo amo a la mujer... y la voy a amar y respetar con cada fibra de mi ser.
Así que vive tu libido, vive tu sentimiento, siente tu cuerpo y vibra tu corazón.
Sí, creo en la fuerza del romance... pero también, sin duda, en el poder del sexo.
Así que, sí... te deseo lo mismo: hagamos el amor.
Y si lo publico, es porque creo que éste un espacio para compartir y, sobre todo, para, de una vez por todas, ser abiertos, honestos y transparentes.
Y porque si una mujer (o un hombre) expresa libremente su sexualidad, no la hace una puta, ni una ofrecida, ni una fácil, sino un ser amoroso, completo y listo.
Porque no todo es miel.
Porque a veces hay deseo, desnudez, complicidad, trascendencia y felicidad.
Porque eso es lo que he aprendido y, sobre todo, disfrutado. Sexo consciente. Sexo amoroso. Vida feliz.