Darwin, la música y el sexo.

Darwin sugirió que el origen de la música es el sexo. Lo es en el canto de los pájaros. Y es el motivo, el pretexto, la razón por la que nos convertimos en melodía. Él escribió en su segundo libro, El origen del hombre,”Las notas musicales y el ritmo fueron adquiridos al principio por los ancestros masculinos y femeninos de la humanidad con el propósito de cautivar al sexo opuesto". Casi dos siglos después, la hipótesis parece equilibrar sobre un halo de certeza. Benjamin Charlton, psicólogo de la Universidad de Sussex en Brighton, Inglaterra, ha corroborado que las preferencias sexuales de las mujeres cambian durante su periodo menstrual, y que en el punto más fértil del ciclo, desean compositores de música compleja, ya que podrían ser parejas más capaces.

La selección sexual acompasaba a la selección natural. Así lo admitía Darwin. La supervivencia del más sexy lejos del aspecto físico. En su teoría, carecía de importancia cada una de las cualidades sexuales del ser humano. La destreza en el canto, y el hecho de crear música se izaba como la cola de un pavo real, que pese a parecer inútil, al desplegarse, seducía como una estrella polar única en el cielo. Hoy, de igual modo sucede con el músico y su ingenio. La complejidad y la belleza de una melodía evidencia la pureza del arte, la destreza del compositor y su fortaleza sobre el silencio. Siempre fue difícil romperlo para ser hermoso. Y enamorarse de una melodía es amar al creador, y al mismo tiempo, ser parte de una evolución razonable.

Darwin tenía razón. La música es una escalera emocional y nadie ha logrado hallar su final. El estímulo vital bajo el sonido de una melodía es incalculable. Es intensidad, libertad, un escalofrío que rompe el hielo en cualquier corazón, la sonrisa desembocando en la risa, la lágrima acompañando al llanto, o la relajación dejando que el peso corporal desanude toda tensión muscular. Ella es un cruce infinito de caminos repleto de diferente respuestas. 

Lejos de Charles, otro reciente estudio reveló también que la música logra generar opioides naturales, que activan el circuito cerebral de la satisfacción y la calma. Según científicos, esta acción podría provocar el mismo placer que las relaciones sexuales o degustar una exquisita comida. 

¿Es entonces la música un afrodisíaco? En la era del kale, donde comer limpio sana el interior, es necesario activar tu poder sexual al compás de una hermosa canción. Las artes nos encumbran, y ellas nos permiten viajar a lugares, y palpar espacios y saborear instantes místicos. El sexo, cuando es presente, claro y puro, y está vivo, te envuelve en una burbuja en la que todo es intensidad. Y junto a una melodía, magia.