Carta al hombre de mis sueños.

A usted, el que me roba el sueño.

Sepa usted que me han dicho ya con premeditación que no debería, como la “dama” que soy; expresarle a usted lo que por mi cabeza pasa cuando a usted le miro. Sinceramente quiero obedecer preceptos y guardar la compostura, y siguiendo un poco el conducto social y moral he preferido ser más discreta y le hago llegar a usted por esta carta, mi sentir sobrio y sereno.

Recuerdo claramente el día en que lo vi por vez primera, esa declaración de déspota incorruptible que su presencia y su actitud mostraban. Soberbio y seguro, como si nada fuera de usted importara. Usted me erizó la piel a su primer tacto, encendió mis sentidos y hoy por eso he de decirle que usted:

¡Usted me excita!

Usted me enciende con su voluntad indomable y su ímpetu controlador. Con esa actitud autoritaria y sus ganas demandantes de subyugar mi voluntad propia. Usted me enciende con sus manos que rozan las mías de modo casi imperceptible. Su mirada lasciva abruptamente se tiende sobre mi cuerpo y sólo entonces yo doy por hecho que igual que yo, usted me desea.

He soñado con sus brazos rodeando mi cintura desnuda. Con sus manos acariciando mi piel suave sedienta de esos besos que sólo su boca sensual puede regalar. Anhelo tenerlo en mi lecho desnudo. Haciéndome suya y siendo yo de usted.

Muero por sentir el rose de su piel húmeda a cada movimiento suyo cada que sea uno conmigo. Cada que seamos uno al rítmico vaivén de deseos fortuitos. Quiero sentirle muy profundamente en mis sueños y proclamar que no fácilmente me saciaré de usted. Usted me gusta y usted me enciende. Usted me prende y el deseo arde cuando le veo acercarse a mí, más aun cuando le veo desearme del mismo modo que le deseo yo a usted.

Sé que cuando sus dientes muerden su labio, vienen a su mente las más dulces perversiones y eróticos pensamientos con todo lo que usted haría conmigo si a su merced estuviera y créame; yo le daría el placer de realizar sus más oscuros y sensuales deseos. Yo le daría el placer de hacerme suya a tiempo completo, por y para siempre.

Y es que la verdad ¡Usted me excita¡

Usted me gusta. De un indescriptible modo. No quiero herir su susceptibilidad, pero siendo franca soy mala fingiendo. Si la mirada habla usted tome nota, quiero su cuerpo en mi noches ardientes, quiero su cuerpo desnudo en mi lecho, quiero que seamos uno los dos.

Mi apreciado señor, haga caso omiso de las lenguas largas. Y lea esta carta con el alma y el corazón abiertos, y si usted gusta, juntos podemos satisfacer nuestros sublimes deseos y terminar por entregarnos el uno al otro a la pasión.

¿Le espero esta noche?

Edith Neri

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